lunes, 12 de mayo de 2014

Carvoeiro: sol, playa y turismo


Desde hace años, Portugal viene siendo el destino de buena parte de mis vacaciones. Y, dentro de Portugal, El Algarve me atrae de forma especial, probablemente por sus valores paisajísticos y naturales. El mar es limpio y fresco; las playas de arenas finas y limpias. Sus habitantes son amables y la oferta gastronómica extensa y variada. Un buen lugar para descansar durante unos días, recuperando esas fuerzas que -después- tan rápido se nos van al entrar en la vorágine laboral y urbana.
Me ha sorprendido en esta ocasión un pueblecito cercano a Portimao: Carvoeiro. El lugar es hermoso, lleno de naturaleza, con pequeñas playas rodeadas de espectaculares acantilados, donde abundan las cuevas marinas y sobrecogen los sonidos misteriosos de las "furnas" que comunican cuevas con el exterior. El ritmo acompasado del romper de las olas en el interior de las "furnas" crea sonidos extraños que parecen voces quejumbrosas, de piratas o viejos marineros cuyos espíritus estuvieran allí presos...

Pero, más allá del aspecto romántico del lugar, hay que reconocer un exceso de construcciones por todos los alrededores del pueblo. Como suele ocurrir en grandes zonas de la costa, el ladrillo ha invadido casi todos los parajes naturales. Los cerros cercanos a playas y acantilados están sembrados de edificios y -sobre todo- chalets de "alto standing". Infinidad de calles y carreteritas que suben y bajan curvándose al dictado de la topografía local, casas escandalosa y peligrosamente cercanas a los acantilados y a la deseada primera línea de playa. Algún edificio-mole que sobrecoge por su fealdad y cercanía a la playa -versión portuguesa del Algarrobico- y que no entendemos cómo pudieron autorizar en su día.

Y una excesiva cantidad de bares-restaurantes-chiringuitos-tiendas en las calles principales, que llegan a agobiar con sus reclamos. A todas luces, existe un concentración de estos establecimientos que nada tiene que envidiar a los enclaves más turísticos de la Costa del Sol. Pero todo ello tiene un precio: desnaturalizar el pueblecito original, sus modos de vida, su ecosistema.

Obviando los aspectos asociados a la intensidad del factor turístico, hay muchos encantos en Carvoeiro, y más en primavera. Un continuo trinar de pájaros, un cielo limpio, lugares para pasear junto al mar... todo se conjuga para disfrutar de una estancia encantadora. De vez en cuando, las voraces gaviotas incursionan por las terrazas para obtener algo de comida; nada tímidas, se acercan a los humanos a distancias casi imprudentes con tal de lograr un preciado bocado...

Paseos para contemplar exóticas flores, puestas de sol sobre los acantilados, enrejados artísticos junto a casas abandonadas... 

Pero, como siempre en este blog, dejaré que las imágenes hablen por sí mismas, ilustrando con su propia luz lo que mis palabras sólo logran esbozar torpemente.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.



No hay comentarios:

Publicar un comentario