jueves, 27 de noviembre de 2014

Otoño melancólico

Las lluvias están acompañando estos días de finales de noviembre. Un hálito de melancolía se expresa en la falta de luz, en el frío. Los días cada vez son más cortos a medida que nos acercamos al mitraico Sol Invicti, y no faltan rumores de tormenta en la lejanía. Algún resplandor en las nubes y el sonido ya apagado de truenos, terminan de poner un marco aún más otoñal a la fina lluvia que danza mecida por las rachas de viento.

Buena época para ir a buscar setas, y también para llenar el objetivo de la cámara fotográfica de los rojizos o amarillentos tonos de las hojas de los árboles de la sierra. Castaños, chopos, fresnos... un colorido rico en tonos y contrastes, único en el otoño.




Los arroyos y los ríos cada vez llevan más caudal. Aparecen las primeras cascadas en las fuentes y surgencias kársticas que sirven de desagüe al cada vez más alto nivel freático. La sierra se vuelve un espectáculo constante: por las mañanas, un río de nubes se mueve acariciando ese otro río de agua sobre el que flota. Al atardecer, surgen los primeros bancos de niebla, que parecen juguetear apareciendo y desapareciendo, ocultando y mostrando el paisaje mágico de las montañas.

Una época para la introspección, para la reflexión. Analizar y asimilar las experiencias, enriquecer la conciencia con más consciencia, una buena oportunidad para sentir las fuerzas de la naturaleza y acompasarse con ellas.

Este mes de noviembre, como todos los meses de noviembre, se ha llevado a muchos conocidos y amigos. No faltan los entierros en un mes regido por Escorpio. Pero también es buena época para perder las hojas de los recuerdos y experiencias negativas, tras haber captado la energía de su vivencia, y enterrar definitivamente lo malo que hayamos encontrado en nosotros mismos. Y buena época también para pensar un poco más en las buenas cualidades de quienes nos rodean, descubrir sus admirables virtudes y aprender un poco más cada día. Descubramos y acrecentemos ese Ser Humano que habita en nosotros y en quien está a nuestro lado. Seamos bondadosos, que es lo mismo que decir que seamos auténticos.

Tras la lluvia sale el sol, tras los fríos invernales vendrán los días templados de la primavera y los muy cálidos del verano. Todo es un eterno ciclo, una rueda que nunca deja de girar. Nada es permanente, pero todo vuelve, tal vez acrecentado por la sabiduría que otorga el tiempo.

Por eso, este otoño puede ser una buena oportunidad para encontrarnos a nosotros mismos, y -de paso- encontrar a los demás. Un otoño mágico.
























jueves, 10 de julio de 2014

Ríos limpios, ríos de vida

Una de las experiencias más agradables que nos ofrece esta época es un baño en las aguas frescas y limpias de un río.  Son muchos los elementos positivos que encontramos en esta actividad: deporte, higiene, belleza... vida al fin y al cabo. 

Pero no es fácil para los urbanitas encontrar un río limpio en el entorno de las ciudades; todo lo contrario, pues suelen ser lugares donde se vierten infinidad de productos más o menos contaminantes. Las aguas no suelen ser claras, los peces no abundan, el fango aparece traicionero por doquier. Apenas algún barbo y los consabidos patos se aventuran a vivir en sus aguas, así como otras especies que -si no tienen más remedio- han de permanecer en un ambiente tan hostil.

Habrá que viajar, a veces durante demasiado tiempo, para encontrar algún río limpio. Las aguas cristalinas son un raro tesoro que no se aprecia lo suficiente.
Los que viajamos con asiduidad a la sierra, tenemos la suerte de encontrar algunos ríos verdaderamente limpios, algunas pozas o lagos de aguas transparentes poblados por pececitos y diversas especies adaptadas a las especiales condiciones climáticas de las sierras. Me refiero a ríos como el Genal, que nace de las entrañas de la tierra en Igualeja, y corre muchos kilómetros por un precioso valle poblado por castaños, alcornoques y multitud de especies de gran belleza y valor.

Vayan a continuación algunas imágenes de muestra de mi última incursión a la serranía, con una visita al precioso lago de la Cueva del Gato (Benaoján) y otra al río Genal (Venta de San Juan, cerca de Algatocín).
Aguas muy refrescantes, puras, cristalinas, limpias. Una buena forma de contrarrestar los rigores veraniegos.












martes, 1 de julio de 2014

Un buen comienzo del verano

Los cambios de la naturaleza están marcados por los ciclos estacionales y los geo-biorritmos que regulan la manifestación de las energías telúricas. Hace apenas unos días que comenzó el verano, y ya se aprecian las características que señalan esta época: calor, vegetación más seca, mosquitos, presencia de lagartos y lagartijas, pájaros más esquivos... 

Y nada mejor para empezar esta época que disfrutar de unos días en Jimera de Líbar, que ya tiene abierta al público la magnífica piscina municipal, un lujo inapreciable. Un paseo por la dehesa, mejor si es por la mañana temprano, llenará nuestros oídos de preciosos cantos de los abundantes pájaros, y también nuestro olfato de increíbles perfumes de flores y plantas que aún resisten los calores estivales. 

La mole imponente de las sierras de El Palo y el pico Martín Gil pondrán el contrapunto al bosque de galería que bordea el río Guadiaro, creando un contraste magnífico de tamaño y colores. 

Como siempre digo: senderismo en estado puro. Un paseo sin pretensiones deportivas, únicamente para el disfrute y el relax. Un paseo para dejar volar la mente, paseando también por el mundo del pensamiento y encontrando nuevas perspectivas sin el estrés urbano. 

Buscar la sombra de algún árbol, sentarse sobre esas peridotitas que tan estratégicamente han colocado los cabreros junto a él, pasear la mirada por las faldas de la sierra, entre el cortijo de La Zapatera y El Chaparral. Allí arriba, a novecientos metros de altura, hay ruinas casi desconocidas, restos de murallas, de caminos, de plazas... otro de los misterios de la Sierra de Líbar. 

Y las cuevas: Cueva de los Monteses, Sima del Chaparral, Cueva del Chapi... cada una de ellas con su historia y con su leyenda. Viejas y nuevas historias que hemos recogido, tal vez para contarlas algún día en este mismo blog.

Esta época, en la que tantos huyen a las playas, ofrece en las sierras unos particulares paraísos con aguas purísimas y frías, aguas cristalinas en muchos casos pobladas por pececitos que nos acompañan en las inmersiones. Relativamente cerca de Jimera de Líbar, en el río Genal, se encuentran algunos de estos santuarios del bañista. Apenas unos minutos de camino nos pueden llevar a parajes solitarios, vírgenes, con pozas de aguas clarísimas y agradables. En otra cuenca, la del  río Guadiaro, el resurgente Gaduares, tras el su curso hipogeo, asoma sus frescuras en la boca de la Cueva del Gato. Un lago de ensueño, no apto para frioleros. Y también encontraremos otros lugares con esta oferta de "playitas" más o menos conocidas, aunque no tan cercanas: en Júzcar, en Zahara de la Sierra, en Igualeja, en Algatocín... Todo un entorno que servirá para hacer de estos meses calurosos una oportunidad de descanso y disfrute fluvial.

Amigo/a lector/a: muestro unas fotos realizadas este domingo, en el entorno que describo más arriba. Lástima que las imágenes no se acompañen de sonidos y perfumes...








































lunes, 23 de junio de 2014

Día del Corpus Christi en Talarrubias

Hacía años que yo no coincidía un día del Corpus Christi en Talarrubias. Aprovechando que ese día es festividad en Sevilla, viajé a mi pueblo para disfrutar de un hermoso "puente", con el añadido del buen tiempo de los últimos días de la primavera.


Unos fantásticos paseos en barco por el embalse de Puerto Peña, una ruta "National Geographics" por la Reserva Regional de Caza de Cijara, con la oportunidad de fotografiar grupos de gamos, algún ciervo, lagartos, culebras, abejarucos, garzas reales, etc. Un largo camino que siempre vale la pena, por la riqueza faunística y por los paisajes espectaculares que ofrece, especialmente cuando el embalse se abre en la zona de Valdecaballeros y se conjuga la inmensa extensión de agua con las islas de la antigua barca de Peloche y las moles cuarcíticas de la sierra de los Golondrinos y el Peñón del Morro.

Y, aunque el día del Corpus Christi corresponde al jueves que sigue al noveno domingo tras la primera luna llena de primavera, en muchos lugares se traslada la celebración al domingo de esa semana, como es el caso de Talarrubias. Un domingo en el que hay que madrugar si se quiere tener todo listo para la procesión: colocación de la decoración vegetal, de las figuras coloreadas de suelos y paredes, de mantones, las juncias y flores por el suelo, las mesas con la Biblia y las imágenes religiosas, las velas y candelabros... en fin, todo un artístico y bien perfumado entorno para el paso de la Custodia en procesión.

Día importante, de esos que "relucen más que el sol", día en el que se lucen las mejores galas. Esta festividad litúrgica fue instituida por el Papa Urbano IV en el año 1264, y hay ciudades donde se celebra muchísimo, engalanando casi todas las calles y llegando incluso a ser "fiesta de interés turístico".

Pero mis impresiones de este día no han cambiado desde que era un niño: el crotoreo de las cigüeñas, el olor de la juncia y el poleo, la luz y el colorido de la procesión, el ritmo potente de la orquesta acompañante, los "vergajos", "látigos" y "porras" hechos con las juncias... recuerdos que se agolpan al pasear por las calles de Talarrubias y observar a vecinas y vecinos laboriosos preparando el momento grande de la procesión, cuando la Custodia pase por su calle, por su puerta decorada con todo cariño y esmero. Es una mezcla de fe y de estética, donde lo sagrado y lo profano se hermanan para producir el prodigio del brillo de la festividad litúrgica que se acompaña con cánticos, rezos y bendiciones.

Es un poco como un viaje en el tiempo. Una tradición que continúa más allá de los cambios irreverentes de las últimas décadas. Momentos de devoción, de fe, de esperanza y -sobre todo- de alegría. Los niños muestran su inquieta actividad, se ven muchos trajes de comunión, se oyen carreras atropelladas y gritos infantiles. Sin duda, es un día grande, un día que hay que celebrar con la familia.

Van aquí algunas imágenes captadas por mi cámara. Incompletas, sin duda, pero que al menos servirán para reflejar la luz que "desde chico" pude ver en Talarrubias en este día tan especial. Una luz que perdura, que se muestra en los ojos de mis vecinos y vecinas que con tanto amor han decorado las calles de mi pueblo para preparar el paso del Cuerpo de Cristo.