Las lluvias están acompañando estos días de finales de noviembre. Un hálito de melancolía se expresa en la falta de luz, en el frío. Los días cada vez son más cortos a medida que nos acercamos al mitraico Sol Invicti, y no faltan rumores de tormenta en la lejanía. Algún resplandor en las nubes y el sonido ya apagado de truenos, terminan de poner un marco aún más otoñal a la fina lluvia que danza mecida por las rachas de viento.
Buena época para ir a buscar setas, y también para llenar el objetivo de la cámara fotográfica de los rojizos o amarillentos tonos de las hojas de los árboles de la sierra. Castaños, chopos, fresnos... un colorido rico en tonos y contrastes, único en el otoño.
Los arroyos y los ríos cada vez llevan más caudal. Aparecen las primeras cascadas en las fuentes y surgencias kársticas que sirven de desagüe al cada vez más alto nivel freático. La sierra se vuelve un espectáculo constante: por las mañanas, un río de nubes se mueve acariciando ese otro río de agua sobre el que flota. Al atardecer, surgen los primeros bancos de niebla, que parecen juguetear apareciendo y desapareciendo, ocultando y mostrando el paisaje mágico de las montañas.
Una época para la introspección, para la reflexión. Analizar y asimilar las experiencias, enriquecer la conciencia con más consciencia, una buena oportunidad para sentir las fuerzas de la naturaleza y acompasarse con ellas.
Este mes de noviembre, como todos los meses de noviembre, se ha llevado a muchos conocidos y amigos. No faltan los entierros en un mes regido por Escorpio. Pero también es buena época para perder las hojas de los recuerdos y experiencias negativas, tras haber captado la energía de su vivencia, y enterrar definitivamente lo malo que hayamos encontrado en nosotros mismos. Y buena época también para pensar un poco más en las buenas cualidades de quienes nos rodean, descubrir sus admirables virtudes y aprender un poco más cada día. Descubramos y acrecentemos ese Ser Humano que habita en nosotros y en quien está a nuestro lado. Seamos bondadosos, que es lo mismo que decir que seamos auténticos.
Tras la lluvia sale el sol, tras los fríos invernales vendrán los días templados de la primavera y los muy cálidos del verano. Todo es un eterno ciclo, una rueda que nunca deja de girar. Nada es permanente, pero todo vuelve, tal vez acrecentado por la sabiduría que otorga el tiempo.
Por eso, este otoño puede ser una buena oportunidad para encontrarnos a nosotros mismos, y -de paso- encontrar a los demás. Un otoño mágico.