El karst se expresa majestuoso en la boca de la cueva del Hundidero, entrada del río Gaduares o Campobuche al sistema subterráneo que finaliza en la Cueva del Gato. Bóvedas de más de setenta metros de altura, coladas, gours colgados, lagos transparentes... toda una sinfonía de formas y sonidos matizados por las cascaditas de agua procedentes de las filtraciones cercanas a la presa de los Caballeros.
Sin embargo, no todo place a la sensibilidad cuando se entra en algunas cuevas: papeles, plásticos, vidrios, telas, pilas... basura de todo tipo que muestra el incivismo y la falta de educación y sensibilidad de algunos visitantes. Los espeleólogos nos preguntamos: ¿qué trabajo les hubiera costado dejar esa basura fuera de la cueva, depositada en algún contenedor? ¿tan difícil es tener ese cuidado o realizar ese mínimo esfuerzo? Pero no, ahí siguen esas basuras, a la espera de que algún grupo espeleológico vuelva a limpiar esa zona de la cueva.
El karst es especialmente sensible a las agresiones al medio subterráneo, a la contaminación. Su interior alberga especies únicas, troglobios desconocidos, y además está muy relacionado con los acuíferos de los que se nutren las fuentes de muchas comunidades humanas. Contaminar el karst es perverso.
De todas formas, he seleccionado sólo las imágenes de algún proceso reconstructivo y de algún paisaje, dejando de lado la basura, que tendremos que ir a recoger próximamente. Unas imágenes que, junto a muchas otras, han llenado mi noche de sueños de aventuras mágicas, descubriendo templos míticos enterrados, volando por galerías inexploradas con mis queridos compañeros del grupo Plutón.
© Juan Mayoral Valsera - 2014. |
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