lunes, 31 de marzo de 2014

"Caza fotográfica" en el Parque de los Alcornocales

La caza fotográfica es una de mis pasiones. No utilizo el "hide",  esto es, el sistema de camuflaje y ocultamiento para pasar inadvertido ante la presencia de animales. Creo que es más divertido (aunque con resultados menos espectaculares) tratar de "sorprender" a los animales, llegar en silencio y captar esos preciosos instantes que tarda el animal en detectar nuestra presencia.

Ayer me pasó con un grupo de ciervos, apenas a diez metros de donde yo me encontraba. Había llegado en silencio, caminando por una perdida senda del Parque de los Alcornocales. Allí estaban, majestuosos, sorprendentes. La espesa vegetación me impidió hacer las fotos; el enfoque automático me traicionó y sólo se ve en las imágenes un rico entramado de hojas y zarzas. En apenas unos segundos, detectaron mi presencia y con rápidos y ágiles saltos se alejaron, entre un concierto de pisadas potentes y ramas rotas.  Al menos, ha quedado en mi memoria -para siempre- lo que no ha quedado grabado en la tarjeta de la cámara.

También pude intentarlo con algún buitre, unas águilas y algún que otro pequeño volador insectívoro. Pero no, el día era para los estáticos: nubes, arroyos, ovejas y árboles. No fue el día de los bichos, no.

Vayan adjuntas algunas capturas, la mayoría vegetales, eso sí.

Saliendo de Jimera de Líbar, un espectáculo de nubes jugueteando con las sierras a distintas alturas. Digno de contemplación, era como recuperar una época remota y perdida, cuando los hombres primitivos recorrían estos parajes.

Y al entrar en el Parque de los Alcornocales, juegos de luces y sombras, flores amarillas y azules, pinos, robles, quejigos, encinas, helechos... Arroyos murmulleantes, pájaros cantando como enloquecidos por la primavera, miles de tonos entre el verde y el amarillo. Pura sinfonía de color. Gran acuarela de sonidos tamizados por el viento suave, trinos y sonidos de origen incierto que añaden misterio a mi paseo en solitario.

Nunca he tenido miedo a la soledad, pero en estos lugares se me antoja la mejor compañía. La percepción se multiplica, la respiración se calma y profundiza en el ser. Es como caminar por el cielo, flotando sobre un manto de hojas doradas y adornado por coronas de vegetación salvaje y espesa. Árboles vestidos con un manto verde, ramas gesticulando, zarzas en lugar de muros de piedra. Un palacio, un castillo vegetal, sin más almenas que las copas de los árboles.

Nutrir el espíritu con estos paisajes y en estos parajes, sabia opción.

Espero volver pronto.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

lunes, 24 de marzo de 2014

Un paseo por el Parque del Alamillo

Nada como un fin de semana con buen tiempo para disfrutar de un paseo por el Parque del Alamillo y su entorno. Sea en bicicleta o caminando, la aproximación es ya una gozada, junto al río Guadalquivir  y siempre contemplando una sorprendente vegetación, no sólo arbustiva, sino también arboledas de lo más variado: alcornoques, pinos, encinas... un amplio muestrario de especies vegetales bien cuidadas, especialmente en el interior del Parque.
Con la compañía de pájaros y patos que enriquecen la banda sonora del paseo, nos perderemos literalmente entre los muchos caminos que atraviesan el Parque del Alamillo, y de vez en cuando encontraremos alguna fuente donde calmar la sed, e incluso algún bar donde acompañar la cerveza o el refresco con buenas tapas. La oferta es amplia, también para descansar en algún banquito o en el cuidado césped. Y no falta mobiliario para completar la gimnasia: barras de abdominales y demás "instrumentos de tortura" que tango gustan a los cachas.
Numerosos árboles muestran sus colores primaverales en forma de flores blancas, rosas o amarillas. También hay colorido en los encuentros festivos que allí se organizan: globos multicolores adornan las casetas y portadas, que recuerdan la cercanía de la Feria de Abril. Orquestas, pasacalles... todo un repertorio de ruidosas manifestaciones de la alegría primaveral de esta Sevilla del alma. Grupos de deportistas, grupos de señoras con los carritos infantiles, algún fotógrafo despistado, algún resacoso recuperándose en la frescura de la hierba. 
Un sol que juega con los claroscuros del follaje espeso y los troncos de los pinos, lanzando rayos definidos y alargados a la caída de la tarde. Piraguas que se deslizan presurosas por las aguas del río grande. Patos que se disputan algún trozo de pan que ha lanzado el paseante, palomas y tórtolas que arrullan y ponen un ritmo monótono e hipnótico en medio del esplendor verde del parque. 
Y el puente del Alamillo, como arpa gigantesca y desafiante, esperando la mano que sepa arrancar las notas que oculta en sus cuerdas de acero. Fuerzas encontradas, tensiones en equilibrio, inclinación contrarrestada: una muestra de la tecnología y a la vez del sentido de la estética.
Un tesoro de perfumes que se expanden por todo el parque, de sonidos, de colores. Otro tesoro de luz en esta Sevilla del alma que tanto nos da y tanto nos quita.




© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Mis fotos de lagartos y lagartijas.

Esquivos y rápidos compañeros en mis rutas campestres, a partir del comienzo de la primavera se van escuchando y viendo, sobre todo en zonas soleadas junto a los caminos. Estos pequeños reptiles, que cada vez se observan con menos frecuencia, saben esconderse con habilidad y gran rapidez, por lo que hacerles fotos es todo un reto, especialmente a los lagartos. Las lagartijas, en cambio, son relativamente más fáciles de fotografiar, sobre todo si permanecemos inmóviles y sabemos esperar.

Presentes en zonas de granito, de cuarcitas y de calizas, los veo en casi todas las excursiones, a no ser que la climatología sea adversa. Nunca con lluvia o nieve, desde luego.

Siempre sorprende la belleza de sus dibujos en la piel, geométricos y coloridos, diríase que artísticos. Y también la velocidad con que se mueven al buscar un escape o escondrijo, sabiendo permanecer totalmente inmóviles durante interminables minutos al sentir cualquier amenaza. 

Existen casi cinco mil especies de Lacertilios, con notables diferencias formales y funcionales. En esta época, cercana a la primavera, es cuando despiertan del letargo invernal y empiezan a observarse por nuestros campos. Animales ovovivíparos, en la península no se encuentran variedades que sean venenosas, aunque sí hay que tener mucho cuidado con las mordeduras por las posibles infecciones.

En la caza fotográfica que tanto me gusta, lagartos y lagartijas ocupan un lugar predilecto entre mis objetivos, y siempre espero poder sorprender a alguno mientras se "recarga" al sol.


© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.

© Juan Mayoral Valsera - 2014.


martes, 11 de marzo de 2014

Una dosis de naturaleza

El fin de semana ha sido fantástico. Además del tapiz verde de los campos, hemos podido disfrutar del encuentro "casual" con muchos animales, desde ciervos hasta sapos, pasando por buitres, cigüeñas y aves de menor porte pero igualmente preciosas. Los campos -tanto en las llanuras extremeñas como en las sierras malagueñas- están empezando a sorprendernos con hermosas flores: jacintos, narcisos, margaritas..., al par que los arroyuelos mantienen un buen cauce todavía, agradeciendo con su murmullo el don del cielo de las últimas y persistentes lluvias.
Y la luna está creciendo: el próximo fin de semana podremos gozar de su plenitud, también en el campo. Pasaremos la noche acampados en el Parque de los Alcornocales, noches mágicas de Motillas en las que espeleología y amistad van de la mano. 
















© Fotos: Juan Mayoral Valsera.